PARTE V
Y
llegó la libertad.
Y salí de Alomolya de Juárez.
Y todavía cuando salí de la
cárcel, salí con algo dentro de mí: El vicio de la droga y el
alcohol.
Allá cometí mi último asalto, y puse un negocio de camisas; en el
barrio de Tepito. Yo vendía camisas. Después de vender toneladas y toneladas de
drogas, ahora yo vendía camisas.
Camisas de 500 pesos, y me las compraban. Eran
camisas que en el cuello iba la droga.
Hasta que la Federal se dio cuenta, y me
quitó el negocio.
Después
me puse a vender vestidos, y quienes me
compraban los vestidos
eran hombres. Y también dentro del dobladillo del vestido iba la cocaína. También
la Policía me lo quitó. Ahí se acabó todo el negocio. La droga y el
alcohol se habían apoderado de mi vida; yo deambulaba por las calles. Mi esposa
constantemente oraba: “Señor, rescátalo”.
De
la Ciudad de México nos trasladamos a Córdoba, Veracruz. Ahí empezó una vida
tremenda, infernal.
¿Por
qué?
EN
UN TEPOROCHO
Porque
yo me convertí en un teporocho. Después de haber tenido tanto dinero, mi vida
estaba en la basura, en donde el diablo quería que estuviera. Aún así, yo me reía de
los aleluyas.
Yo
le decía a mi esposa: “Si tu Cristo existe, que baje. Que me vea, que me hable;
lo quiero ver”.- “Cristo
es mentira”, decía yo.
“Cristo está muerto”.
“Cristo se en gusanó”.
“Los
apóstoles lo sacaron de su tumba y lo escondieron, para que la gente creyera
que Cristo está vivo”.“ Cristo está muerto”. Pero qué gran mentira tenía dentro
de mí, porque déjeme decirle que Cristo vive. Yo retaba a Jesús, cuando estaba
drogado y alcoholizado. Le decía: “Si eres Dios, baja de ahí; te quiero ver
ahorita”. Y nunca bajaba. Yo era teporocho.
Me quedaba en calle tirado.
Mi
pantalón me lo quitaba cada tres meses; andaba todo greñudo, todo piojoso, y la
gente me veía como un vómito de perro.
A la vuelta donde yo estaba, había una iglesia cristiana, y los cristianos que pasaban por
ahí, junto con el pastor, le daban vuelta, como no queriendo ver a un
alcohólico.
“DAME
UN PESO”
Una
ocasión le dije al pastor de esa iglesia: “Oye, brother, dame un peso, para
tomarme un trago”. Grande fue mi sorpresa que este hombre me insultó. Y yo
dije: “¿Cómo es posible que ellos, que dizque predican a un Dios vivo, y mira
cómo son. Son gro- seros; no lo quieren a uno”.-
Y yo amenacé al pastor.
Le
dije: “El domingo que viene, tú me la vas a pagar”.
El domingo siguiente
pasó el pastor, y le pedí un peso. No me lo quiso dar, y le arrebaté el
portafolio, y arranqué a correr. El pastor no me siguió, porque pensó que yo
lo iba a puñalear. En una esquina abrí el portafolio; encontré una Biblia
grande, que vendí en 60 pesos. Encontré una bolsita con 300 pesos; tenía yo 360
pesos, casi para tomar todo un año. Porque el teporocho con un peso de
aguardiente, todo el día la pasa borracho.
Pero
no había tranquilidad en mi vida; yo gozaba de la droga y el alcohol, pero no
había paz en mi corazón. Mi esposa tenía que trabajar, para llevarle de comer a
mis hijos. Pero
los ruegos de mi esposa llegaron
a los oídos de Dios. Fue entonces cuando Dios
tomó mi vida. El
23 de agosto de 1998 se cumplió el reto que yo le había hecho a Jesús. Estábamos en un cuarto,
varios drogadictos; ya nos habíamos acabado algunos litros de aguardiente, y
algunos gramos de mariguana, cuando la puerta de ese cuarto dio un golpe
tremendo, y se abrió.
VIDA
ETERNA
Mis
amigos seguían platicando, y yo voltee a ver hacia la puerta. En esa puerta
apareció una luz dorada, con unas letras hermosas que decían: “Salvación y vida
eterna”.
Cuando
yo me tallé los ojos, para ver mejor, seguía viendo el redondel de esa luz. Y yo decía: “Estoy
viendo visiones”. Pero hasta ahí no comprendía que eran visiones las que yo
veía (sic).
De
repente de esa luz brotaron dos hermosas manos; en cada mano se dejaba ver un
orificio, y en cada orificio, una gota de sangre.
Después se dejó ver una
túnica blanca, hasta el suelo, y a media túnica, un cinturón de oro que decía:
“Alfa y Omega”.
Al
finalizar la túnica estaban dos hermosos pies, y en cada pie un orificio, y en
cada orificio, una gota de sangre. Cuando alcé mi rostro, me encontré con el
rostro más perfecto que en el mundo haya visto, que ningún joyero, ningún
pintor, ningún ebanista, ningún carpintero, ningún fotógrafo puede realizar.
Pero
lo que más me impresionó, cuando vi ese rostro, es que de mi cuerpo brotaban
miles y miles de demonios; horripilantes figuras brotaban de mi cuerpo.
Entonces
mi cuerpo comenzó a temblar. Déjeme decirle que con esa presencia que yo veía
enfrente de mí, mi cuerpo se estaba liberando.
Entonces
Él se me quedó mirando con una sonrisa, y me extendió la mano; como lo hace un
rey.
Dio
un paso hacia adelante, y con su sonrisa me dijo de esta manera: “Yo soy
Jesucristo, y tú, el hijo más querido, mi hijo el más deseado, mi hijo el más
buscado. Deja eso, levántate y ven en pos de mí”.
COMO
UN RESORTE
Y
yo me levanté como un resorte, y le seguí hasta la calle.
Por
primera vez, después de 18 años, mis ojos derramaron una lágrima; mi corazón se
sentía triste, porque ya no volví a ver
a Jesús.
Por primera vez en mi vida mis labios decían una palabra: “Señor Jesús, ¿en dónde estás?”.
Después
de 18 años mis labios pronunciaban el nombre de Jesús; lo busqué desesperadamente,
hasta que miré hacia el cielo, y lo vi sentado en su trono de oro, diciéndome:
“Dile a mi pueblo que pronto vengo”.
Regresé
a mi casa y busqué a mi esposa; me reuní con mi familia, y empezamos a servirle
a Dios.
Empezamos a asistir a una iglesita pequeña, y de ahí el Señor me tomó.
Y
me dijo: “Yo te saqué del mundo para que des
testimonio de lo que Yo
he hecho en tu vida. Yo te saqué del mundo para que prediques mi Palabra.
Levántate, y ve y predica, que Yo soy Jehová tu Dios, que te sostiene en su
mano”. Así
es como empecé a predicar.
Pero
vinieron los problemas, las tentaciones y las luchas constantemente. Y
siempre mi esposa y yo decíamos: “Señor, no permitas que el diablo nos saque”. Porque
el diablo se nos presentaba y nos decía: “Los voy a destruir, porque ustedes me
han dado la espalda”. Pero
yo le decía: “Tú no tienes potestad sobre mi vida; tú no tienes ningún derecho.
Porque ahora yo soy comprado con la Sangre de cristo, y Cristo me libertó de
las cadenas”.
Al
poco tiempo, mi esposa fue llevada al infierno, tres ocasiones, y a mí el Señor
me llevó, en dos ocasiones, a la puerta del Cielo.
AGRADECEMOS
A ALEJANDRA ZARAZÚA POR ENVÍAR ESTE TESTIMONIO A LA REVISTA CENTINELA: azarazuaguerrero@hotmail.com
3 comentarios:
IMPACTANTE TESTIMONIO,CRECE NUESTRA FE PARA SEGUIR ORANDO POR PERSONAS Q HAN CAIDO PROFUNDO , AVECES NOS SENTIMOS FRUSTRADOS AL VER QUE NO LLEGAN A CRISTO SINO POR EL CONTRARIO EL DIABO LOS ATA MAS Y MAS. HOY TENGO LA ESPERANZA DE QUE EL SENOR NO SOLO PUEDE SINO QUIERE, ANHELA SALVAR LAS ALMAS. NUNCA ES TARDE, NO DESMAYAREMOS ORAREMOS MAS Y MAS POR AQUELLOS QUE DIOS HA PUESTO EN NUESTRO CORAZON PARA INTERCEDER. GRACIAS PASTORAME EDIFICAN MUCHO SUS PUBLICACIONES.
Soy un exsicario soy nuevo en Cristo pero no tengo fuerzas oren xmi no me quiero perder
Todo lo puedo en Cristo que me fortaleze. Filipenses 4 13
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