Parte IV
Yo no sabía qué hacer, porque las cuentas
bancarias bajaban. Pero llegó el momento que me ofrecieron un negocio, el
negocio que es el mejor pagado en el mundo de la mafia, el negocio del
secuestro.
Yo cometí 42 secuestros.
Dios bendiga a las madres que tienen sus hijos, y
Dios tenga misericordia de aquellas que nos los tienen.
Secuestré a niños. Esos niños, después de estar
secuestrados, eran llevados a un lugar de Centroamérica, en Guatemala; ahí, a
esos niños los acostaban en una plancha de piedra, y se hacían ritos satánicos
con ellos.
Yo era tercer sacerdote sacrificatorio satanista,
de una secta. Con un cuchillo especial yo partía vivos a los niños; desde el
pescuezo hasta el ombligo. Después de haberlos sacrificado vivos, se les sacaban los órganos. Los
órganos que sobraban se enviaban para hospitales clandestinos centroamericanos.
El corazón y la sangre se ofrendaban a satanás. El
corazón de los niños era comido por los sacerdotes principales, y el sacerdote
sacrifactorio.
NIÑOS SACRIFICADOS
Después que empezamos a hacer esto, 42 niños
fueron sacrificados a satanás; yo empecé a sentir más poder. Pero había algo
dentro de mí, entre mi lucidez, que decía: “¿Será que algún día no podré estar
tranquilo en un lado? ¿Será que algún día pueda ser un hombre nuevo, un hombre
bueno?”.
Pero nuevamente me asaltaban a mí los pensamientos
inmundos, pero nunca pensé que ese día llegaría. Para mí estaba lejos,
distante. Para mí era dificil creer que yo fuera salvo.
Y para mucha gente en la actualidad, es dificil
creer que yo haya sido salvo, que Dios me haya perdonado, después de trantas
atrocidades que cometí. Pero déjeme decirle que para Dios no hay imposibles.Yo cometi 60
homicidios. Yo torturaba a mis víctimas, antes de quitarles la vida; yo gozaba
con las torturas.
Cometí 17 asaltos bancarios en la Ciudad de Mé-
xico, trafiqué con armas, con droga; fui uno de los peores drogadictos y
alcohólicos que pudo haber existido.
Intenté asesinar a mis padres, a mi esposa, a mis
hijos. Pero déjeme decirle que ya Dios tenía un plan para mi vida. Ya Dios
había puesto, en una hoja especial, mi nombre, donde Él me iba a rescatar.
Como no pude seguir sirviéndole a satanás, porque
había cometido errores grandes, empezó nuevamente a dejarme sin dinero.
Cuando yo me fui a la Ciudad de México, para irme
de ahí a Estados unidos, ahí en el aeropuerto de México fui tomado preso, y
llevado a la cárcel.
CÁRCEL: 226 AÑOS
Se me juntaron varios delitos, por los cuales
había un proceso. Se me juntaron siete delitos, de los cuales, cuando llegó la
sentencia, por cada delito eran 38 años. Pero para Dios no fue imposible sacarme
de la cárcel, y quitarme esa sentencia. Porque al poco tiempo yo salí de la
cárcel.
Y yo decía: “Cómo es posible que después de haber
estado en la cárcel, de haberme sentenciado, yo salgo libre; en menos de lo que
canta un gallo”. No lo comprendía. Mi esposa clamaba a Jesús constantemenete, porque déjeme decirle
que yo ya me había casado. Mi esposa, de origen judío, clamaba a Dios. Yo golpeaba a mi esposa constantemente, más
cuando me hablaba de Jesús. Ella no soportaba ver que yo me drogara.
Cada vez que golpeada a mi esposa, su mamá le
decía, y sus vecinos también: “Métalo a la cárcel; déjelo. ¡Mátelo!”.
Pero ella decía: “No, yo sé que hay un Cristo que
vive y que lo va a cambiar”.
Cuando salí de Almoloya de Juárez, fue algo impresionante,
porque a mí se me quitó cierta cantidad de dinero para poder salir de ahí. Se me quitó una cuenta
bancaria de mil millones de pesos (en dólares), cuatro residencias valuadas en
50 millones de dólares, 320 vehículos, 220 toneladas de cocaína, y 210
toneladas de armamento.
Y todo ese dinero quedó en el Gobierno, con el
procurador, porque él fue el que me propuso la libertad, si yo le entregaba
todo. Lo
más grandioso que me pasó en la cárcel, fue que cuando llegué, Dios me tenía
preparado algo especial. En la cárcel, arriba de un poste hay una bocina que
gritan y dicen que va entrando o
mengano.
“EN DIABLO” EN PRISIÓN
A mí me apodaban “El Diablo”. Entonces,
el de la bocina gritó: “Va entrando el diablo...”. Y
cuando entré, a la primera puerta se me acercó un enanito; un hombre de 1.20 de
estatura.
—Sí, yo soy.
—Déjame decirte que Cristo te ama.
Y
yo decía: “Cómo es posible que hasta adentro de la cárcel hayan aleluyas”.
Y
le dije:
—¡Quítate de aquí, enano!
Ese hombre se convirtió en mi sombra dentro
de la cárcel,
pues cuando iba al baño, me tocaba la puerta y me preguntaba:—¿Estás ahí?
Y yo
le decía: —Sí, estoy aquí. Y él repetía: —Cristo te ama.
Continuará… PARTE V
Fuente revista Centinela julio /12 (disponible solo en PDF)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario